Texto por: Daniel Diaz
Fotos por: Andres C. Valencia
En el centro occidente de Colombia sobrevive uno de los antiguos pilares económicos del país, una redundancia en diversidad, en mixturas de texturas, sabores, culturas y orígenes. Una espesa naturaleza que se derrama entre picos y volcanes nevados, montañas y valles andinos dentro de una de las geografías menos discretas de la región, una que permite la existencia de ecosistemas como los páramos, selvas nubladas y cuencas hídricas, además, una rica variedad de aves, entre endémicas y migratorias, admiradas antaño por pueblos originarios, y hoy por propios y extranjeros, en una cantidad que supera en número y variedad a las aves que se encuentra en todo el territorio europeo.
Caldas, uno de los tres departamentos que conforman el Eje Cafetero, y que debe su nombre al sabio expedicionario y botánico Francisco José de Caldas, recibió otro tipo de expedición en los últimos meses, esta vez, es un grupo ilustre de francófonos en búsqueda de similitudes y diferencias entre prácticas culturales que, en ocasiones se creen diametralmente contrarias. Una apuesta del intercambio en espacios propicios para el reconocimiento del otro como diferente, un caminar en conjunto entre la cultura francófona y la cultura caldense.
El sólo pensar en Caldas lleva a muchos a evocar el cálido halo del café que en mañanas frías y húmedas se puede imaginar y hasta oler en zonas rurales y urbanas del departamento, aunque debe quedar claro que al ser un territorio tan heterogéneo en su composición de pisos térmicos y alturas no todos los climas son de un agradable frío tropical o fresco, como lo llamarían en otras latitudes, también dentro de Caldas se pueden encontrar lugares tan cálidos como cualquier verano de Europa del sur, como es el caso de Victoria o La Dorada. En estos territorios siempre se está en la estación estival con todo lo que eso significa, turistas, calor, bebidas frías como una refrescante agua de panela con limón con abundantes cubos de hielo para aplacar la sed y recuperar electrolitos o al menos para tener la sensación de recuperarlos.
Para Álida Sebastián, una guía profesional del Magdalena caldense, es importante recibir este tipo de expediciones pues así se tantea que tan preparado está el municipio para el turismo extranjero y agrega “tenemos que pensar en proyectarnos al futuro, y el futuro es aquí, ya llegó. Ya está llegando gente de todas partes y nosotros tenemos que estar a la altura para ofrecer lo que ellos necesitan, lo que quieren, lo que están pidiendo”
Claramente Álida se refiere a los pormenores de la logística hotelera, la oferta cultural y alimenticia, quizá como un reflejo de aquella falsa sensación de creer que lo que se puede ofrecer desde países latinoamericanos y zonas rurales puntualmente, tienen mucho que aprender de países del “primer mundo”, sin embargo, espacios como el Río Magdalena, la Charca de Guarinocito y una gran diversidad natural, le dan al municipio un significado de destino turístico predilecto para todo tipo de personas.
La expedición que salió directamente desde Manizales tardó poco más de 4 horas en llegar y en descender un par de pisos térmicos. Salió desde los 2160 MSNM hasta llegar a los 173 MSNM para el intercambio sociocultural por medio de la lengua gala, donde y cuando la Alianza Francesa de Manizales llega a otros territorios con conciertos, talleres descentralizados, funciones de cine, fusión de comidas típicas de ambos países… además, llega para hacer un conocimiento y reconocimiento de los potenciales turísticos de los lugares visitados, en este caso la siempre soleada La Dorada.
Juan Carlos Martínez “Canillón”, un guía turístico de la Charca de Guarinocito y pescador de la zona, reconoce la importancia de estos intercambios y complementa diciendo que “Aquí llegan muchos turistas no solamente de aquí de Colombia de muchas partes del mundo: japoneses, argentinos, brasileros y le toca a uno hacerles el tour, aquí llega mucho extranjero y son los que le dejan la platica, el sustento de tres, cuatro o cinco días”
La experiencia de estos viajeros franceses se nutre del guarapo, de la mojarra roja asada con su porción de arroz, papas, patacón, limón, tomates y otras verduras, se nutre de la amabilidad del doradense, de ese espejo de agua que es la Charca del Guarinocito, del Río Magdalena, de la cultura de la pesca, que en su momento fue la principal actividad económica de Magdalena Medio y que por dinámicas sociales, ambientales y económicas pasó a un segundo plano, también de la cultura de la ganadería, de la cultura del turismo que terminan por evidenciar el acto y la potencia del municipio como destino para visitar. .
Manuela López Amézquita Coordinadora Cultural de la Alianza Francesa explica que “el concepto de la francofonía parte de considerar el alcance de la acción cultural francesa, que no se limite únicamente a Francia o a la lengua francesa, sino también como una mirada de descentralizar y expandir esta cultura en nuestros territorios”. Así, La Dorada sirve como lugar descentralizado que recibe a la expedición de la lengua y las prácticas francesas en un diálogo constante de enriquecimiento mutuo