Al lomo de mula, Neira teje su turismo

Juana es una mula que cuenta la historia de sus ancestros, fuertes, sabias, determinadas y echadas pa’lante; es el alma de una tradición cafetera que sigue viva en medio de un municipio ubicado a 22 km de Manizales. Cargando con orgullo el legado de aquellos arrieros que, en 1842, cruzaron los caminos de herradura al lomo de estos animales, hoy los visitantes tienen la oportunidad de revivir esa historia de antaño. El paisaje de este municipio, que se extiende como una invitación a la memoria, es un fiel testigo de cómo, aun en la actualidad, las mulas siguen siendo protagonistas. 

En una experiencia que conecta con el pasado, Juana y sus 12 compañeras más transportan a los viajeros a una época en la que estas nobles criaturas eran el medio por excelencia, recorriendo caminos que, con cada paso firme, revelan historias guardadas entre las montañas de Caldas.

Enclavado en la cordillera Central, en una tierra rica en diversidad ecológica, se encuentra  la “puerta amable del Norte Caldense”, cómo también le dicen a Neira. Un municipio reconocido por su delicioso dulce típico, el “corcho”, una golosina hecha a base de panela que captura la esencia de la región. Los trapiches paneleros, tradicionales en las fincas locales, son los artífices de un sabor auténtico que simboliza la vida campesina de este lugar. Rodeado por paisajes cafeteros de inigualable belleza es un lugar donde el calor humano de su gente y la historia patrimonial se entrelazan con las influencias antioqueñas, formando un recorrido natural que invita a vivir una experiencia entre montañas, senderos y la rica cultura de un pueblo lleno de historias por contar.

Su parque principal invita a admirar la belleza de la arquitectura, sus balcones coloniales y el ambiente acogedor que la caracteriza, cuenta la historia de sus habitantes. Desde allí, los viajeros tienen varias opciones para continuar su recorrido: tomar un tuc tuc o motocarro, tan representativos de este lugar, o embarcarse en una travesía más aventurera a bordo de un Jeep J6, conducido por José Millán, el “zar del transporte” como lo llaman los habitantes locales. Este viaje lleva a los visitantes por la trocha de Cementos Caldas, en dirección a Marulanda, hasta llegar a la vereda La Guacaica, en el Alto del Roble, donde se encuentra La Juana, un lugar turístico de esta región.

Pamela Salazar Ocampo y Jairo Ramírez Londoño reciben a sus visitantes con una cálida bienvenida, acompañada del mejor cazao: un café de la zona con delicioso corcho neirano. Mientras el canto de un gorrión montés llena el aire, la sonrisa de Juana, la mula, ofrece una bienvenida especial, completando la atmósfera de un lugar lleno de diversidad. En este pequeño paraíso rural, habitan 12 mulas, una yegua, un burro, una oveja, tres cabras, patos criollos, gallos, gallinas, dos perros y un gato, formando una  familia que, junto a los humanos, teje una conexión profunda con la tierra y las tradiciones. 

Mientras los visitantes recorren el lugar, Pamela comparte que la finca, originalmente llamada Santalucía, fue heredada de su padre. Antes de mudarse, trabajaba en la Hacienda Venecia, en Chinchiná, donde se dedicaba al turismo. Fue allí donde conoció a Jairo, con quien se casó y, juntos, decidieron darle un nuevo rumbo a su vida. Hoy, Pamela y Jairo se dedican a atraer turistas ecuestres a su finca, ofreciendo una experiencia auténtica y reconectando a los visitantes con la naturaleza de la región.

Jairo, corredor de seguros y apasionado por las mulas, encontró en Juana a una compañera de vida. Conocida como “la mula más cafetera de Colombia”, Juana no solo ha cargado café por los senderos más remotos de la región, sino que también ha sido parte de exposiciones internacionales, ganándose el título de embajadora de los caminos de herradura del norte de Caldas. Su historia es tan especial que hace el papel de Conchita, la famosa mula de Juan Valdez. Pero Juana es más que un animal para Jairo; sobre su lomo, él le pidió matrimonio a Pamela y, tiempo después, ambos se casaron en la iglesia de Pueblo Rico, el corregimiento de Neira. 

La experiencia mulera en Neira cuenta con un equipo donde cada una es cuidada con esmero para garantizar su bienestar y felicidad. Estos animales, acostumbrados a recibir un trato de “hotel de cinco estrellas”, tienen una dieta balanceada y un ambiente en el que viven libres y en manada, lo que les permite mantener un temperamento equilibrado y amigable. No solo conocen sus nombres, sino que muestran una disposición dócil y cercana con los visitantes, dejando atrás cualquier rasgo de agresividad. Este cuidado se refleja en la calma y confianza que transmiten, convirtiendo el recorrido en una experiencia segura. 

La responsabilidad en esta experiencia no se limita solo al cuidado de los animales; también se extiende a la seguridad y satisfacción de los turistas. “Nuestros turistas, que han venido de todo el mundo, se quedan encantados con ellas”, comenta Jairo. “Sin embargo, somos muy cuidadosos con el trato que reciben las mulas. Encima de ellas no permitimos licor ni música; aunque la ley lo prohíbe, para nosotros pesa más el respeto y los valores que tenemos hacia ellas”. En particular, Jairo menciona que el turista francés suele ser poco convencional: prefiere la aventura, la conexión con la naturaleza y, sobre todo, valora la seguridad en cada paso. Por eso, quienes se animan a recorrer estos caminos de herradura encuentran una experiencia completa y segura, con la indumentaria adecuada, como cascos, que garantiza una travesía cómoda y en armonía con el entorno.

De La Juana a Neira York 

El recorrido comienza entre lomas cargadas de biodiversidad, con caminos húmedos y estrechos que la vegetación envuelve a cada paso. Estas sendas, antiguamente transitadas por arrieros, son perfectas para revelar la inteligencia y destreza de estos animales, que avanzan con firmeza, haciendo que el turista se sienta seguro y en sintonía con el entorno. A lo largo del trayecto, el paisaje se transforma: pineras, bosques de niebla y senderos antiguos se suceden como postales vivas de una región rica en historia y naturaleza. Con un poco de suerte, es posible toparse con alguna de las especies que habitan esta zona, aunque son esquivas, como el loro paramuno, que se oculta en las alturas. Desde la cima de una de estas montañas, el casco municipal de Neira aparece a lo lejos, rodeado de una atmósfera mágica que invita a detenerse y contemplar la grandeza de este rincón caldense.

El camino continúa hasta llegar a “Neira York”, un laboratorio de cata de café con un nombre auténtico y un propósito claro: ser parte de la nueva ola de empresarios que desean ver florecer el turismo en esta región. Ubicado en la entrada de Neira, este espacio invita a los visitantes a sumergirse en la cultura cafetera local. “Aquí pueden venir a Neira York, ¡y sin necesidad de visa!”, comenta entre risas uno de sus dueños, quien con orgullo muestra cada rincón de su acogedor local. Durante la cata, Juana, fiel a su espíritu curioso, se acerca despacio. Observa el proceso, mete su hocico con cautela entre el vapor que asciende de una de las tazas, como si también quisiera formar parte de la experiencia y compartir, a su manera, el aroma profundo de la tradición cafetera que da vida a este lugar.

En el camino de regreso, Jairo comparte su propósito más allá del turismo individual: crear, junto a La Juana, un ecosistema en el que toda la comunidad se vea beneficiada, haciendo de Neira un verdadero corredor turístico. Con cada visita, su intención es fortalecer la red local y brindar una experiencia genuina que no solo exalte los paisajes y la cultura, sino que también deje una huella de unión y crecimiento. Para Jairo, el turismo es contemplación: una pausa para admirar la naturaleza y las tradiciones. Para Pamela, en cambio, es experiencia: la vivencia misma de cada paso en el sendero y el compartir con los habitantes de la región. Juntos, han creado un espacio donde ambas visiones se encuentran, haciendo de este viaje a Neira una puerta a la esencia del norte caldense.

Para Jairo y Pamela, Amigos del Francés representa una oportunidad de dinamizar su economía y llevar la experiencia en Neira a otro nivel. “Un proyecto de este tipo nos permitiría crear lazos profundos entre el visitante francés y el paisaje colombiano, fortaleciendo tanto el turismo como el intercambio cultural”. Esta red busca fortalecer las capacidades de atención, reconocimiento e intercambio de cada uno de los prestadores de servicios turísticos, abriendo las puertas de Caldas al mercado internacional. Así, el sueño de Jairo y Pamela de crear un corredor turístico en Neira no solo adquiere un impulso importante, sino que también refuerza el valor de cada experiencia, cada paisaje y cada historia, conectando su tierra con el mundo.

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