Un Recorrido por la Cultura Cafetera en el Corazón de Chinchiná

Alice es una barista parisina que perfeccionó su arte en los cafés más distinguidos de Quebec, ha tenido la oportunidad de servir a personalidades de renombre, desde actores de Hollywood como Robert De Niro hasta figuras políticas internacionales. Sin embargo, un momento tan esperado como inesperado en su vida ocurrió en una tranquila hacienda llamada La Gaviota, en la vereda El Naranjal, a unos cuantos minutos en Jeep de la plaza principal de Chinchiná. Llegó allí como turista, impulsada por un anhelo profundo de conocer el origen de su pasión. Al encontrar su primer árbol de café, la francesa no pudo contener la emoción; abrazó el árbol como si de un viejo amigo se tratara y lloró. “¿Por qué sabe tan distinto el café en esta tierra?”, se preguntó mientras sus manos recorrían las hojas. Jorge Eduardo Ospina Giraldo, CEO de Baris Mons Café y anfitrión en La Gaviota, fue quien relató esta historia, reflejando cómo el aroma y el encanto de Chinchiná tienen el poder de conmover hasta a los más experimentados conocedores de café.

A 18 kilómetros de Manizales, la capital de Caldas, se encuentra Chinchiná, un municipio que relata su historia no solo con palabras, sino a través de sus fachadas coloridas, balcones de madera y calles empedradas. Este pequeño enclave cafetero, rodeado de montañas y bañado por el sol tibio de la mañana, fue también el lugar donde Colombia vio nacer su primera planta de energía eléctrica, un hecho que marcó un antes y un después para el desarrollo de la región. Desde entonces, la electricidad aquí es como el café: un impulso vital, presente en cada casa, en cada esquina. Basta con entrar en cualquier café de Chinchiná para sentir esa conexión particular: el sonido de las tazas al chocar, el aroma fuerte del café molido y las voces en tertulia, mientras los más experimentados preparan con esmero un tinto que, como dicen allí, solo puede entenderse si se prueba en estas tierras.

Pero este municipio es mucho más que el aroma del café; es un pueblo que ostenta con orgullo dos récords Guinness, reflejando la pasión de su gente por esta bebida. En 2018, la plaza principal fue escenario de la taza de café más grande del mundo, un logro que reunió a cientos de personas quienes disfrutaron juntos de ese tinto que allí se honra con devoción y con ese acto hicieron el segundo: el mayor número de personas degustando café. La escena es emblema de locales y visitantes, quienes sostienen sus tazas y comparten historias bajo un cielo que pareció unirse a esta celebración. En este rincón del Paisaje Cultural Cafetero, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el café no es solo una bebida; es la esencia misma de la vida diaria, un hilo que conecta generaciones y da identidad a la región.

Alice no fue la única que encontró en La Gaviota algo más que un simple destino turístico. Desde rincones tan lejanos como Francia, Bélgica, Inglaterra y España, llegan viajeros con un anhelo común: vivir una experiencia auténtica, sin artificios. Jorge y Carolina Arias Robledo, los anfitriones de esta finca con más de 80 años de historia, los reciben con los brazos abiertos y un mismo propósito: brindar una experiencia que conecte con lo esencial. “No quieren un montaje, no buscan un parque temático; quieren sentir la tierra, escuchar el canto de los pájaros y bañarse con agua fría, tal como se vive en estas tierras”, explica Jorge, mientras Carolina guía a los visitantes entre los cafetales, compartiendo historias y tradiciones que han resistido el paso del tiempo en este rincón de Chinchiná.

La Hacienda La Gaviota abrió sus puertas al turismo en 2015, ofreciendo recorridos entre sus cafetales y el paisaje montañoso que rodea sus predios. Pero fue el mismo día en que Chinchiná celebró su récord Guinness de la taza de café más grande del mundo cuando La Gaviota se inauguró también como posada rural, una coincidencia que parecía sellar su destino. Hoy, sus visitantes quedan asombrados no solo por la calidez de la experiencia, sino también por el ambiente de innovación que envuelve la hacienda, ubicada junto al Centro Nacional de Investigaciones de Café. Más que un simple destino, La Gaviota se convierte en una puerta de entrada al mundo cafetero; los visitantes pueden llevarse a casa un auténtico café, un regalo que no solo es un recuerdo sino una invitación para que otros también descubran este lugar especial de Colombia.

Otro de los atractivos que hace especial esta hacienda es su paisaje rodeado de guaduales, parientes cercanos del bambú, que se alzan imponentes como guardianes naturales. Este material, tan importante para la construcción como el café lo es para la cultura local, complementa el encanto de la hacienda. Cada mañana, el canto de las aves despierta a los visitantes, mientras al caer la noche, esas mismas aves susurran como un arrullo. En medio de los cafetales, Carolina dirige una actividad sensorial que invita a experimentar la sinergia entre el olfato y el gusto, una inmersión que va más allá del café. “El turista se lleva un aprendizaje sobre la alimentación”, explica Carolina, señalando las otras riquezas de la tierra como el plátano, el aguacate y la papaya, cultivados orgánicamente. En La Gaviota, el manejo fitosanitario respeta los ciclos de la naturaleza: en lugar de insecticidas químicos, solo se aplican métodos orgánicos, reforzando el compromiso de la hacienda con la sostenibilidad y la armonía natural.

Tomarse un café en La Gaviota es como sumergirse en la magia de un vallenato en Valledupar, donde cada acorde resuena con la esencia del lugar. Jorge, mientras prepara con destreza una taza en la prensa francesa, explica que el café es, en realidad, la bebida más joven que se toma. “En Chinchiná cultivamos un café equilibrado entre acidez, dulzor y amargor, y por eso es especial”, comenta mientras vierte el café, cuya fragancia llena el aire. “Es bajo en cafeína, como debe ser el de mayor calidad”, añade con orgullo. En este rincón de Colombia, el café no es solo un producto, sino una tradición que se cultiva y se prepara con una precisión que honra el legado de la región.

En Chinchiná el turismo sigue emergiendo 

Aunque municipio ya goza de cierta popularidad, el turismo allí sigue emergiendo, y varias empresas locales ven en esta tendencia una oportunidad para evolucionar en sus procesos. Al otro lado del municipio, con una visión más empresarial, se encuentra la Tostadora El Nogal. Ubicada cerca al peaje de Tarapacá, en una montaña solitaria y casi perdida en medio de la nada, este proyecto se gesta con el propósito de convertirse en un referente del turismo en la región. Con planes de abrir sus puertas próximamente, Tostadora El Nogal busca no solo procesar un café de calidad, sino también atraer a aquellos visitantes ávidos de entender el arte y la ciencia detrás de cada taza.

Tostadora El Nogal, en colaboración con pequeñas empresas locales, quiere llevar su misión más allá, proyectándose como un futuro hospedaje para atraer a viajeros que recorren la región en busca de experiencias auténticas. Sobre los cimientos de una estructura aún en construcción, se empieza a formar un espacio diseñado para sumergir al visitante en el corazón del paisaje cultural cafetero.

“Chinchiná es desconexión, un reencuentro completo con uno mismo”, señala Gladys Álvarez, encargada del área de mercadeo, mientras explica la filosofía que también impulsa su reserva natural. “Es por esto que iniciativas como Amigos del Francés representan una oportunidad tanto para los emprendedores de la región como para los turistas. Con proyectos como este, podremos conectar profundamente con el visitante, con su idioma, su cultura, y hacer de Chinchiná un destino permanente en su itinerario.” Concluye. 

En 2011, la Unesco reconoció el Paisaje Cultural Cafetero de Colombia como Patrimonio de la Humanidad, un título que no solo celebra la riqueza cultural y natural de esta región, sino que también impulsa el comercio y el turismo en las zonas cafeteras del país. Este reconocimiento ha abierto las puertas a iniciativas como Amigos del Francés, una red de turismo intercultural que fortalece los procesos turísticos en el departamento de Caldas. Con este proyecto, la región se prepara para recibir a más visitantes francófonos, brindándoles una experiencia auténtica y envolvente en el corazón del Eje Cafetero.

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